Enós ora con potente oración y logra el perdón de sus pecados—La voz del Señor penetra su mente, y le promete salvación para los lamanitas en un día futuro—Los nefitas procuran restaurar a los lamanitas—Enós se regocija en su Redentor. Aproximadamente 420 a.C.
1 He aquí, aconteció que yo, aEnós, sabía que mi padre bera un varón justo, pues me cinstruyó en su idioma y también me crió en ddisciplina y amonestación del Señor —y bendito sea el nombre de mi Dios por ello—
3 He aquí, salí a cazar bestias en los bosques; y las palabras que frecuentemente había oído a mi padre hablar, en cuanto a la vida eterna y el agozo de los santos, bpenetraron mi corazón profundamente.
10 Y mientras así me hallaba luchando en el espíritu, he aquí, la voz del Señor de nuevo penetró mi amente, diciendo: Visitaré a tus hermanos según su diligencia en guardar mis mandamientos. Les he bdado esta tierra, y es una tierra santa; y no la cmaldigo sino por causa de iniquidad. Por tanto, visitaré a tus hermanos según lo que he dicho; y sus transgresiones haré bajar con dolor sobre su propia cabeza.
11 Y después que yo, Enós, hube oído estas palabras, mi fe en el Señor empezó a ser inquebrantable; y oré a él con mucho y prolongado ahínco por mis hermanos, los lamanitas.
13 Y ahora bien, he aquí, éste era el deseo que anhelaba de él: Que si acaso mi pueblo, el pueblo nefita, cayera en transgresión, y fuera de algún modo adestruido, y los lamanitas no lo fueran, que el Señor Dios bpreservara una historia de mi pueblo, los nefitas, aun cuando fuera por el poder de su santo brazo, para que algún día futuro fuera cllevada a los lamanitas, para que tal vez fueran dconducidos a la salvación;
14 porque por ahora nuestros esfuerzos para restaurarlos a la verdadera fe han sido en avano. Y juraron en su ira que, de ser posible, bdestruirían nuestros anales junto con nosotros, y también todas las tradiciones de nuestros padres.
15 Por tanto, sabiendo yo que el Señor Dios podía apreservar nuestros anales, le suplicaba continuamente, pues él me había dicho: Cualquier cosa que pidas con fe, creyendo que recibirás en el nombre de Cristo, la obtendrás.
16 Y yo tenía fe, y le imploré al Señor que apreservara los banales; e hizo convenio conmigo de que los charía llegar a los lamanitas en el propio y debido tiempo de él.
17 Y yo, Enós, sabía que se haría según el convenio que él había hecho; por tanto, mi alma quedó tranquila.
18 Y me dijo el Señor: Tus padres también me han solicitado esto; y les será concedido según su fe; porque su fe fue semejante a la tuya.
19 Y sucedió que yo, Enós, anduve entre el pueblo de Nefi, profetizando de cosas venideras y dando testimonio de las cosas que yo había oído y visto.
20 Y testifico que el pueblo de Nefi procuró diligentemente restaurar a los lamanitas a la verdadera fe en Dios. Pero nuestros aesfuerzos fueron en vano, pues su odio era implacable, y se dejaron llevar de su mala naturaleza, por lo que se hicieron salvajes y feroces, y una gente bsanguinaria, llena de cidolatría e inmundicia, alimentándose de animales de rapiña, viviendo en tiendas y andando errantes por el desierto, con una faja corta de piel alrededor de los lomos, y con la cabeza afeitada; y su destreza se hallaba en el darco, en la cimitarra y en el hacha. Y muchos de ellos no comían más que carne cruda; y de continuo trataban de destruirnos.
21 Y aconteció que el pueblo de Nefi cultivó la tierra, y aprodujo toda clase de granos y de frutos, y crió rebaños de reses, y manadas de toda clase de ganado, y cabras y cabras monteses, y también muchos caballos.
23 Y no había nada, salvo un extremado arigor, bpredicación y profecías de guerras y contiendas y destrucciones, y crecordándoles continuamente la muerte, y la duración de la eternidad, y los juicios y poder de Dios, y todas estas cosas, agitándolos dconstantemente para mantenerlos en el temor del Señor. Y digo que nada, salvo estas cosas y mucha claridad en el habla, podría evitar que se precipitaran rápidamente a la destrucción. Y de esta manera es como escribo acerca de ellos.
25 Y sucedió que empecé a envejecer; y ya habían transcurrido ciento setenta y nueve años desde el tiempo en que nuestro padre Lehi asalió de Jerusalén.
26 Y vi que pronto tendría que descender a mi sepultura, habiendo sido influido por el poder de Dios a predicar y a profetizar a este pueblo y declarar la palabra según la verdad que está en Cristo; y la he declarado todos mis días, y en ello me he regocijado más que en lo del mundo.
27 Y pronto iré al lugar de mi areposo, que es con mi Redentor, porque sé que en él reposaré. Y me regocijo en el día en que mi ser bmortal se vestirá de cinmortalidad, y estaré delante de él; entonces veré su faz con placer, y él me dirá: Ven a mí, tú, que bendito eres; hay un lugar preparado para ti en las dmansiones de mi Padre. Amén.